La fuga de Siberia en un trineo de renos by Leon Trotsky

La fuga de Siberia en un trineo de renos by Leon Trotsky

autor:Leon Trotsky [Trotsky, Leon]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2022-04-22T00:00:00+00:00


Coda

El reencuentro con Natalia Sedova tal como lo narra Trotsky en su autobiografía Mi vida

En la primera parada [del tren de la línea de Perm], envié un telegrama a mi mujer, para que saliese a recibirme a una estación donde se cruzaban los dos trenes. Ella estaba muy ajena a ese telegrama, que no esperaba, al menos no tan pronto. Y no tenía nada de extraño. Habíamos tardado un mes en llegar a Beriózov. Los diarios de San Petersburgo publicaban extensas crónicas dando cuenta de nuestra expedición. Empezaban a llegar las cartas. Todo el mundo me creía camino de Obdorsk. Yo, entre tanto, había desandado todo el camino en once días. Era natural que aquella cita que le daba a mi mujer para una estación cerca de San Petersburgo la tomase desprevenida. La sorpresa hizo mucho más grato el encuentro.

En los Recuerdos de Natalia Ivávnova Sedova, se dice lo siguiente:

Cuando recibí el telegrama, estando sola en Terioki, un pueblito finlandés, cerca de San Petersburgo, con el niño pequeño [Lev Sedov, Liova], no supe contener la emoción y la alegría. Acababa de recibir una larga carta de L. D. [Lev Davidovich, Trotsky] escrita en ruta [hacia la deportación], en que después de contarme las incidencias del viaje me rogaba que, si iba a Obdorsk, le llevase algunos libros que me indicaba y otros objetos necesarios en aquellas latitudes. Y de pronto, llegaba este telegrama dándome una cita para una estación en que se cruzaban los trenes, como si hubiese decidido dar la vuelta repentinamente, volando por un camino fantástico. Me chocó que el telegrama no mencionase el nombre de la estación. A la mañana siguiente salí para San Petersburgo, tomé una guía ferroviaria y me puse a estudiar el itinerario, a ver si daba con la estación para la que tenía que sacar pasaje. No me atrevía a preguntar a nadie y me puse en camino sin haber averiguado el nombre de la estación. Saqué pasaje hasta Viatka y tomé un tren que salía por la noche.

El vagón en que viajaba iba lleno de propietarios rurales que volvían de San Petersburgo, cargados con paquetes de víveres refinados para los festines con que pensaban celebrar la Máslenitsa[59]; todas las conversaciones giraban alrededor de blini[60], caviar, esturión ahumado, vinos y otras cosas por el estilo. Yo, exaltada como estaba, pensando en que iba a volver a reunirme con L. D., y temerosa de que surgiese algún contratiempo, apenas si podía soportar semejantes conversaciones… Y, sin embargo, tenía, no sé por qué, la seguridad interior de que nos encontraríamos. Llena de impaciencia, aguardaba a que se hiciese de día, porque el tren en que iba tenía previsto entrar por la mañana en la estación de Samino; había averiguado el nombre durante el viaje y ya nunca se me ha vuelto a olvidar.

Pararon los dos trenes, aquél en que yo iba y el que venía en dirección contraria. Corrí al andén. ¡Nadie! Salté al otro tren, recorrí, presa de una terrible inquietud, todos los coches. ¡Y L. D.



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